De las Cenizas al Compromiso: Mi Historia con el Tabaco y el Renacer de mi Propósito
Hoy quiero contarte un episodio un poco oscuro de mi vida, que hoy comparto contigo con la esperanza de que te deje algún aprendizaje o una reflexión. Que te acerque más a tus metas. Que te dé decisión, determinación y convicción de que puedes lograr lo que te propongas.
Cuando todo comenzó…
Cuando mi madre enfermó, pensé que sería una de tantas de sus recaídas. Era una mujer fuerte, que luchó toda su vida contra el reumatismo y la osteoporosis. Como me encontraba lejos de ella, no podía estar al tanto al 100%. Por eso mi percepción fue: “como muchas otras veces, se enfermará, mejorará y regresará a casa”.
Pero pasaban los días… las semanas… los meses… y no había mejoría. El cáncer ya estaba muy avanzado. Aun así, yo seguía pensando en positivo, esperando ese milagro.
Conforme pasaban los días, empecé a sentir que esta vez era diferente. La gran distancia, los problemas del día a día, las decisiones mal tomadas… todo me llevó a refugiarme en algo que jamás pensé: el cigarrillo.
Lo que comenzó como algo “inofensivo” para calmar la ansiedad, terminó convirtiéndose en una adicción que desequilibró muchos aspectos de mi vida.
El contexto de la caída
Nunca fui fumador. Nunca fui de esas personas que necesita nicotina para funcionar. Menos aún, teniendo un negocio enfocado en la salud. Pero la vida no siempre sale como uno espera… y no siempre estamos preparados para los golpes.
Mi madre fue empeorando… y aquel martes 13 de noviembre recibí la llamada más dura de mi vida: mi madre había fallecido.
Recuerdo perfectamente: iba manejando mi motocicleta por la avenida cuando me dieron la noticia. No puedo poner en palabras lo que sentí en ese momento.
Desde entonces, ya no era un cigarrillo ocasional. Era parte de mi rutina. Llegué a consumir 30 a 40 cigarrillos diarios, sin importar marca, color o sabor.
El conflicto interno
Ahí estaba yo: entre el duelo, el dolor, la culpa… con un negocio abandonado, con una adicción destructiva. Y lo más irónico: mientras tomaba mi café con ganoderma en una mano, en la otra sostenía un cigarrillo.
¿Cómo podía hablar de salud si yo mismo me estaba destruyendo?
Lo peor: el cuerpo reacciona cuando combinas ganoderma con tabaco. Me daba un dolor de cabeza insoportable. Pero aún así lo seguía haciendo.
En mis meditaciones, sentía que mi corazón quería salir adelante. Quería volver a emprender con pasión. Pero mi mente estaba estancada, atrapada en recuerdos, nostalgia y autoboicot.
Y como si fuera poco, cargaba con la culpa de no haberme despedido de mi madre. Estuve 14 años sin verla desde que salí de mi país. Y cuando saqué cuentas, los años que convivimos bajo el mismo techo se redujeron a días, entre escuela, universidad y trabajo.
Ahí entendí: la vida es frágil y el tiempo no regresa.
El punto de quiebre
Meses pasaron. Quería retomar el entrenamiento físico, tener más energía, recuperar el enfoque. Pero mi cuerpo no respondía. Estaba saturado.
Una noche, ya harto del humo, el cansancio, la contradicción… tomé la decisión:
"Hasta hoy voy a fumar".
Tenía ocho cigarrillos en total. Pude haberlos botado. Pero no. Decidí fumarlos uno por uno como un ritual de cierre. Era mi forma de decirle a mi mente: “esto termina aquí”.
Cuando fumé el último, marqué simbólicamente el número uno en él. Luego, al llegar a casa, fui directo a buscar una cajetilla que había guardado por meses. Esa cajetilla representaba el “vínculo” con el cigarro. La rompí en pedazos. Y la tiré al basurero. Fue un compromiso conmigo mismo.
El síndrome de abstinencia y el autoengaño
Las primeras horas sin fumar pasaron con normalidad. Pero cuando me acerqué a las 24 horas… vino la irritabilidad.
Sabía que vendría. Así que empecé a autosugestionarme, a repetir en mi mente el ritual, la promesa.
Y mi mente, astuta, empezó a negociar:
“¿Y si te fumas uno o dos más y después sigues con tu promesa?”
Pero reaccioné. Me dije:
“Si me fumo uno, mañana tendré que comprar otra cajetilla… romperla otra vez… y repetir todo este proceso. Y lo peor: me fallaría a mí mismo”.
Esa reflexión me salvó.
El renacer
Pasaron las primeras 48 horas. Las ganas de fumar disminuyeron. Ver a otros fumar ya no me provocaba. Al contrario: me recordaba que yo había sido más fuerte que la nicotina.
Recuperé energía. Recuperé enfoque. Volví a sentir coherencia.
Ahora sí podía decir con autoridad que tenía un negocio de bienestar y salud.
¿Y tú? ¿Qué estás enfrentando hoy?
No sé por qué llegaste a este artículo:
Tal vez por curiosidad…
Tal vez porque quieres aumentar tu autoconfianza…
O tal vez porque estás en medio de una lucha personal, con una adicción, un conflicto o una decisión difícil.
Sea lo que sea, quiero que sepas esto:
Tu cambio comienza con una pregunta.
¿Hasta cuándo voy a seguir en este estado?
¿Qué quiero para mi vida?
¿Estoy siendo coherente con lo que predico?
¿Estoy dispuesto a comprometerme de verdad?
Estoy aquí para acompañarte. Para servirte de espejo. Para mostrarte que sí se puede salir del dolor, de la contradicción, del estancamiento… y que desde ahí puedes construir un negocio con propósito, libertad y sentido.
Sí se puede. Pero empieza con una decisión.
Y tú, ¿cuándo la vas a tomar?
“Si tú también estás en un proceso de renacimiento personal, quiero acompañarte. Escríbeme o descarga mi guía para dar el primer paso hacia una vida con propósito.”
Si tu necesitas ayuda
para dejar atras el cigarrillo, contactame que podre mostrarte mi camino ya transitado, ocurriran milagros en tu vida.
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